Templos de leyenda
El origen de la ermita de Santa Ana, ya inexistente, es legendario. Irene Salcedo ruega a Santa Ana que proteja a su prometido, Gonzalo de Vera, que lucha al lado de Juan II contra aragoneses y navarros. Tres meses después de la marcha, en el día de Santiago, le dicen a ella que Gonzalo ha muerto y entra en estado cataléptico. Gonzalo, sin embargo, llega a Soria al día siguiente, festividad de Santa Ana, cuando la llevan a enterrar, la saca del féretro abrazándola y besándola y ella despierta cual "Bella Durmiente". Sus familiares deciden entonces construir en lo alto del cerro soriano más alto una ermita dedicada a Santa Ana, en cuya loma se encuentra la ermita de San Saturio.
La talla mariana de la Virgen del Espino es encontrada por un pastor de Soria en un espino cerca de Covaleda cuando ésta formaba parte de la Comunidad de Villa y Tierra de Soria. La metió en un zurrón y cuando fue a mostrarla a sus vecinos, había desaparecido y vuelto al espino, prodigio que volvió a repetirse otra vez, por lo que se decidió construir allí mismo la ermita. Posteriormente se trajo la imagen a la capital y en su honor se levantó la parroquia de la Virgen del Espino.
La imagen de la Virgen del Mirón fue encontrada por un labrador. Sus mulas se detuvieron y no se movían de ninguna manera, mientras él oía una voz que le decía "Mira mirón", pero no veía nada. Cuando las autoridades conocieron el caso excavaron en el campo de labranza y encontraron la talla. El labrador cayó en un trance y repetía una y otra vez "Mira mirón. Mira mirón...", de ahí que su nombre sea ermita de la Virgen del Mirón
Por otra parte, la tradición quiere que San Francisco de Asís, camino de Santiago de Compostela, colocase cinco montoncitos de piedras, extramuros, que delimitarían el futuro monasterio franciscano cuyos moradores rogarían tiempo después para que cesara una sequía, siendo atendidos sus ruegos.
San Lázaro también otorgaba el amor. Saliendo de Soria hacia Zaragoza se encontraba un pequeño lazareto con capilla o ermita en cuyo interior había una losa misteriosa en su centro que nadie supo exactamente cual era y que quien la pisara el Domingo de Lázaro (el anterior al Domingo de Ramos) se casaba ese mismo año. Este prodigio lo descubrió un judío con lepra que se curó allí y que hizo su fortuna enviando a las mancebas sorianas a rezar a San Lázaro haciéndolas andar por dentro de la ermita. Cuando murió se encontró el secreto en uno de sus pergaminos.